Estudios de la NASA y del Centro de Estudios Científicos de Valdivia (CECS) ratifican que los frecuentes deshielos en la Antártica son producto del calentamiento global de la Tierra. Este hecho -que ha elevado el nivel de los mares y alterado la estabilidad del clima- podría volverse catastrófico en el futuro si otras plataformas de hielo colapsan. Los expertos de ambas instituciones explican el fenómeno y entregan detalles de la expedición chilena que en noviembre parte al continente blanco.
En el verano de 2002, una pared de más de 3 mil kilómetros cuadrados de hielo que se levantaba sobre la costa este de la Península Antártica -la barrera de Larsen B- colapsó arrojando al Mar de Wedell la increíble cifra de más de 700 mil millones de toneladas de hielo en sólo tres meses.
Este colapso se atribuyó a un incremento regional de las temperaturas atmosféricas, del orden de 0,5º C por década. Por aquel entonces se creía que este fenómeno no revestía mayor impacto en los glaciares adyacentes. Pero no fue así.
Expertos demostraron que las barreras de hielo son imprescindibles para la estabilidad de los glaciares que detienen su camino al mar. En ausencia de la barrera de Larsen B, los cinco glaciares adyacentes perdieron hasta 38 metros de altura en los seis meses posteriores a su colapso. Y siguen derritiéndose, hecho que podría significar serios efectos climáticos y ocasionar severos daños en muchas regiones del planeta.
En 2002, Larsen B, una pared de más de 3.000 kilómetros cuadrados de hielo colapsó arrojando al Mar de Wedell 700 mil millones de toneladas de hielo, fenómeno atribuido al calentamiento global.Así lo indica un estudio publicado recientemente en la revista Geophysical Research Letter por Eric Rignot del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL), de la NASA, Gino Casassa y Andrés Rivera del Centro de Estudios Científicos de Valdivia (CECS) y dos científicos de la Universidad de Kansas.
Al igual que en estudios anteriores, la conclusión fue clara: los glaciares de la Península Antártica han acelerado sus deshielos, debido a la desaparición de una de sus principales plataformas (Larsen B).
“Estas investigaciones demuestran claramente, y por primera vez, la relación entre la destrucción de las plataformas de hielo y el calentamiento global, así como el desplazamiento acelerado de los glaciares”, concluyó Rignot de la NASA.
Lo anterior también confirma que la Antártica reacciona rápidamente al calentamiento global. En los últimos 15 años se ha registrado un cambio drástico de su geografía, afectando unos 240 kilómetros de su línea costera.
Lo mismo piensa Andrés Rivera, glaciólogo del CECS, coautor de este estudio y jefe de la próxima expedición aérea al continente blanco, quien indicó a La Nación que “si bien las plataformas de hielo (como Larsen B) ya están flotando y por lo tanto el colapso de éstas no contribuye en el aumento del nivel del mar, sí lo hace el aceleramiento o adelgazamiento de los glaciares que alimentaban estas plataformas, que es lo que está, ocurriendo.
Los posibles efectos
Lo que sí se tiene claro es que en el futuro la probable destrucción de barreras de hielo de mayor tamaño (algunas poseen una superficie superior a los 400.000 kilómetros) no pasarán inadvertidas.
“La plataforma Larsen C -tres a cuatro veces más grande que Larsen B- se estima que podría ser la próxima candidata al colapso ¿Cuándo? Es muy difícil predecirlo, porque depende de muchos factores y los modelos han demostrado no ser muy precisos”, explica el doctor Rivera.
El glaciólogo chileno estima que si los glaciares siguen derritiéndose a las tasas actuales van a seguir contribuyendo al aumento del nivel del mar. “Ello si bien no ocurrirá en forma inmediata -de aquí al próximo año- si ese efecto se suma a la expansión termal del océano y a los derretimientos de los grandes casquetes de la Antártica y Groenlandia, podría producirse un aumento del nivel del mar que tenga consecuencias sobre nuestra sociedad y que podrían ser dramáticas” advierte.
Las barreras de hielo son imprescindibles para la estabilidad de los glaciares que detienen su camino al mar. Si siguen derritiéndose, como Larsen B, el fenómeno podría causar serios efectos climáticos y ocasionar severos daños en muchas regiones del planeta.Entre ellos está la inundación de zonas costeras y sectores bajos. Recientes estudios indican que el nivel de los mares en zonas australes podría subir hasta siete metros en los próximos 200 años debido a este fenómeno.
“Todos los ríos de nuestro país que desaguan en el Océano Pacífico tienen un nivel de base que es el actual nivel del mar. En la medida que se produce un aumento de este nivel los ríos cambiarán sus actuales perfiles de equilibrio y eso significaría inundaciones de algunos sectores bajos. Además, muchos sectores costeros se verían inundados, la infraestructura portuaria tendría que modificarse, entre otras cosas”, señala Rivera.
De continuar las cosas a este ritmo, los peores pronósticos hablan de que lo que hoy conocemos como la Península Antártica, podría convertirse dentro de pocas décadas en un archipiélago.
Rignot, en tanto, dijo a La Nación que “aunque en el presente estos efectos son pequeños, el potencial que existe para ellos será grande en un clima más tibio”.
Actuar ahora
El experto estadounidense explica que si bien es demasiado tarde para cambiar algunas cosas que podrían suceder en los próximos 50 años, “ciertamente podemos tomar la precauciones suficientes para que esto no se nos vaya de las manos en el próximo siglo. Continuar las observaciones de la Antártica es esencial, sólo así entenderemos la evolución actual de glaciares en relación al cambio climático y hacer una mejor predicción del futuro. Siempre estará la incertidumbre, pero en este punto nuestro papel como científicos deberá ser llamar al cuidado”, sostiene.
Rivera en tanto afirma que aunque ante el posible colapso de plataformas ya no se puede hacer nada, “podemos pensar a mediano y largo plazo y en ese sentido los gobiernos y los Estados tienen la obligación de asumir ciertos compromisos como los de Protocolo de Kyoto que limitan las emanaciones de gases invernadero, que son los principales causantes de este aumento de la temperatura”.
Tecnología de punta
Uno de los instrumentos estrella con que contará la expedición chilena es el Radar de Apertura Sintética, que sólo el próximo año será aprobado en Groenlandia y que Chile tendrá el privilegio de inaugurar en la Antártica.
También se utilizarán otros dos tipos de radares: un detector de grietas, capaz de identificar obstáculos en el camino y así cambiar la trayectoria a tiempo, y un radar de alta frecuencia, que permite observar los estratos superiores del hielo.
Expedición chilena: En busca de “testigos de hielo”Entre noviembre y diciembre de este año viajará una nueva expedición de científicos chilenos a la Antártica para establecer los efectos del cambio climático mundial en los glaciares.
El doctor Andrés Rivera explica que la expedición se divide en dos misiones: una terrestre, comandada por el científico del CECS, Gino Cassasa y otra aérea, a su cargo. La primera es organizada por el CECS y cuenta con el apoyo de las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa.
La expedición terrestre parte el próximo 2 de noviembre cuando un avión Hércules 630 aterrice en Patriot Hills con el grupo expedicionario. “Con un tractor se va a hacer una travesía de aproximadamente mil kilómetros hasta el Polo Sur realizando numerosas mediciones a lo largo de dos meses (hasta el 25 de diciembre)”.
Una de estas mediciones, indica el glaciólogo, es la obtención de “testigos de hielo”, que “son cilindros de hielo unos siete centímetros de diámetro y de unos 20, 30 a 40 metros de largo, donde podemos determinar el clima del planeta de los últimos cientos de años”, dice.
La segunda campaña -la área- se inicia entre el 15 y 20 de noviembre y dura aproximadamente un mes. “En un avión P-3 de la Armada de Chile, equipado con numerosos sensores nuestros y de NASA, vamos a repetir algunas de las mediciones hechas el 2002 (primera expedición).
Se harán tres vuelos para medir el adelgazamiento del hielo y los posibles aceleramientos en algunos glaciares que alimentaban plataformas que ya desaparecieron como Larsen B o que podrían desaparecer en un futuro relativamente cercano como Larsen C o Jorge Sexto.